Le susurro a tu cuerpo que por él han pasado los años, pero más que los años por éste se han fundido caricias e impregnado aromas. Por éste la catástrofe que te condena, el carnaval que te seduce, la gloria y no la pena.
Le susurro a tus ojos que por ellos han pasado los años, pero más que los años, por éstos se han eternizado los instantes y en ocasiones se han petrificado algunas almas. Por ellos la medusa que hasta las entrañas seca, pero también el barro negro que moldea y crea.
Susurro a tu boca, que siga siendo vía, punto de partida, proveedora y receptora. Que en ella continué ferviente el deseo; como la desesperación, resultado de tu sádica vanidad.
Así a cada molécula de ti le susurro permanencia; cálida permanencia a tus vicios, serena permanencia a tus inquietudes, ansiosa permanencia a tu sonrisa, seductora permanencia a tus instintos; permanencia a esa locura materia, causalidad de tu monstruosidad.