Sabes que el dolor es verdadero, que surge desde las entrañas y que me absorbe, pero no me pidas que hable de él porque no podría hacerlo, no me pidas que recapitule los cuadros de ira y de miedo, no me pidas que me aferre a esos recuerdos, no me pidas estancia, no me pidas que trate de comprender lo que sucede porque prefiero ignorarlo, tirarme al vicio, escupirme cien veces y arrancarme la sombra; también la lengua y cortarme en pedacitos y jugar con mi cuerpo a una sopa de letras, sopa de órganos inútiles, sopa antídoto contra la fiebre negra, sopa ácido limpia memorias.
No me pidas que me revuelque en el rescoldo de una vomitiva noche, no me mires con esos ojos de mar. Arianna mi amor no me hables con esa resequedad en los labios. No omitas las palabras cóncavas. Pero no así, detente.
Su mirada fluye, ni si quiera el éter semeja la ausencia de una forma tan tangible como sus ojos…Ahí donde el desierto toca mar se escucha un grito desesperado ¡Arianna mi amor permanece!
Y Arianna y el grito un eco,
luego murmullo.