Lo mejor de las cantinas, es como el todo se convierte en un solo, un solo que baila y que se acaricia, que se canta; y que te enamora con cada nota que llega a tu oído, que te eriza la piel y te recuerda de amores que se han ido.
Los elementos son infinitos; él y ella se miran y se penetran, se hacen etéreos ante sus propios pensamientos, se buscan entre la brisa del vicio.
Fusión de presente y pasado, exégesis y salvación de tu ser
Oscilaciones de deseo y aventura, desintegración de sensaciones
Partículas de locura.
Ansiedad.
Cíclica melancolía
Estúpida y fúnebre lejanía…
Me siento, sumerjo mis dedos y hurgo en trozos de energía, mis manos se cubren de brillo y mi boca adquiere sabor a realidad.
Realidad de no tenerte, de no necesitarte
Evocación de tus labios, rechazo de mi sinrazón.
Ardiente noche, intercambio de personajes
Él, por él
Ella, por un segundo de placer.
Existencia , inexistencia…
Ya no decir más, que entre la embriaguez y el espacio en blanco, me queda una noche de jazz. Noche de jazz que me aguarda en la terraza de tus ojos y de tu voz que me narra historias; lo siento ya no me queda tiempo estoy a punto de partir, cinco para las diez; afuera me consume la adversidad.
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