jueves, 9 de octubre de 2008

El cementerio de automóviles (Fernando Arrabal)


Del teatro pánico, Fernando Arrabal.

Como dramaturgo, Arrabal proporciona elementos interesantes que hacen de la puesta en escena una dualidad entre lo absurdo y lo cruel de la existencia.
Experimiento:


Rituales y demencias humanas, ajenas pisadas donde el más noble será condenado. La historia sigue su curso y lentamente caerá en una terrible perdición, como seres condenados a la podredumbre.
El aire se tornará escamoso, y los mayores esfuerzos se verán dañados por el peso de la realidad.


Depositar la obra en épocas paralelas un tanto lejanas un tanto cercanas donde todo luzca gris, el escenario será iluminado por una luz tenue que represente el desencanto, donde las trompetas, los clarinetes y los saxofones se escuchen como si salieran del fondo de un estanque, entonces los personajes bailarán guiándose de una simple ilusión, no habrá música para nadie más, sino para sus corazones.


La ropa de los personajes lucirá desgastada como si llevasen toda una eternidad en la tierra. La utilería será de plástico como haciendo alusión a esta era de desperdicio.
Y el cariño y el sufrimiento será decoroso; Dios habrá compartido con sus discípulos un tanto de sí mismo.

El erotismo se desbordará a través de suaves caricias, los ojos serán portadores de sexualidad, entonces el círculo se cerrará y los trescientos sesenta grados de desdicha humana acapararán el escenario, no hay más luz iluminando la desgracia, todo terminará con la respuesta de unos cuantos aplausos.
Silencio, negro, cierre de telón…

No hay comentarios: