Trato de llenar palabras, de propiciar encuentros que me alejan, trato de evitar tu sombra porque muy en el fondo me dueles. Cala directo cuando por las mañana tengo ansias de escuchar tu voz, sutura el olvido mis labios porque ya no te besan. Porque por las noches ya no habrá charlas que me estremezcan.
Por momentos sueño que la distancia me sigue quebrando; pero estoy mintiendo porque ésta sencillamente desapareció. Ya no hay distancia para amarnos, porque has decidido cerrarme la puerta. La justificación es vaga; me duele reconocerlo. Pero lo sabes y lo sé. Te amo. Tan sólo me dediqué a cometer mil errores, pero y los aciertos. Dónde quedan.
Tuve entonces visiones de una vida compartida y ahora debo desbaratarlas, descomponerlas una a una. Dónde se supone que debo colocarlas, qué hago con los espacios en blanco que tanto conflicto me causan. Qué hago con la desesperación que se extingue, con la confusión que me invade. Con la seguridad de saber que te quiero a mi lado, pero con la realidad de que no puedas adaptarte a mis brazos.
Pediré entonces que me sigas compartiendo tu esencia, que no dejes de capturar los instantes y que intentes por sobre todas las cosas hacerte de pura textura. Porque después de todo detrás de la coraza hay pura sinfonía para mi cuerpo, pura cura para mi alma. Hay entre el cuerpo y el pensamiento un cariño inquebrantable expresado en fisuras.
Somos tu y yo; una mordaz y encantadora paradoja.
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