lunes, 30 de marzo de 2009

Mi gato Tyke -Jack Kerouac


He aquí a mi dulce gato y hermano Tyke, un medio persa, medio callejero de Florida, meditando tranquilo sobre sus patas delanteras, el cuerpo encorvado como gato-Buda, los ojos casi siempre cerrados, no dispuesto a ser molestado por nada, por mi grito de despedida o por el ruido del los aviones, solamente sentado en el sol color paja de noviembre con la sabiduría del Egipto Sagrado en todos sus flexibles músculos


–“¿Y acaso Tyke viaja en aviones a la costa?”, me pregunto.


“¿Firma contratos, paga impuestos, abre sobres o se acongoja ante el horror general? No.Contempla el horizonte donde el espacio desaparece en el vacío dentro de él mismo y dentro de todas las cosas –es miércoles y su novia gata en el otro extremo del barrio piensa y sabe que él vendrá esta noche– y él sabe que se comerá a su ratón y que éste se lo comerá a él –se encuentra irremediablemente desalentado en la eternidad, atrapado en su arrogancia, pero no le importa nada, ¡ja, ja!


Y mañana al amanecer, después de haberme llevado tontamente a mí mismo 3 mil millas a la nada, él apurará su regreso a casa con la cola mirando hacia abajo y:


Habiéndose desayunado

se enroscará

En el sofá del atardecer


Y eso es tan seguro como el reflejo de tu nariz en el espejo del mediodía, muchacho.”

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