Nació un 13, también amante de las supernovas
como vigilante de los atardeceres,
de los caminos despoblados.
No llevó consigo la herencia del maíz ni del cacao
pero disfrutó del fruto de nuestra conquista,
almas resguardadas en el inframundo
surgen entre los aromas de la pulquería.
Como nubes, como cielos grises
y fétidas ciudades
-alcantarillas
repletas de vagancia cosmopolita.
Reposan las luces de la urbe enamorada;
entre una y otra, no existe distancia
ni si quiera el verbo que las compone,
si acaso el color de sus pieles
si acaso lo gótico/ de lo virreinal
su nombre
en mi boca
como el gran vidrio
y unos tantos laberintos de soledad.
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