Un náufrago cuyos deseos yacen enterrados
en un tiempo-estancia agonizante.
Su cuerpo que en unos cuantos años
ha olvidado la formalidad
en tanto que se haya libre
pues consigo mismo se ha sincerado.
Esa libertad que en días es vencida por la nostalgia;
fugaz instante de vacío,
que en ocasiones se prolonga
con el infinito de su memoria- Recordar,
la actividad más temida por él,
curiosamente también por otros tantos-nosotros;
ermitaños de una urbe
cuya maravilla radica efectivamente en ese caos,
en la contemplación silenciosa e interior
de un entorno que desquicia
pero que al mismo tiempo encanta.
Into a Landscape donde el antes y el ahora se fusionan;
una creación que en días como hoy, produce melancolía.
Sensación producto de la mezcla entre piedra, mármol y vidrio.
El soplido ferviente de una bandera-cual nación se derrumba;
símbolo que recalcitrante murmura
sobre los muertos de esta guerra absurda.
Luego los árboles de hojas moradas que figuran
honorables-guardias posmodernos.
Las palomas ratas-voladoras en busca de tierra firme,
porque en el fondo están cansadas
de aquella sensación surrealista que se multiplica.
Vuelan en círculos representando la danza,
rito que emerge del clack clack de María Magdalena.
Catedral retumba-llama a la salvación de los indignados,
de los insalvables que juntos ruegan por un milagro,
mientras el cardenal disfraza la perversión de su prole.
¡Pero qué cosa más devastadora,
pero qué cosa más maravillosa!
Poder hallar así de simple-un poco de luz,
en ese pozo de podredumbre.
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