viernes, 20 de marzo de 2009


Los aplausos queman lejanos como alas moribundas, alas desprendidas de viaje interminable; alas consumidas entre la oscuridad que en fracciones de ser se posan sobre mi cama; cama tibia que resulta ambigua a la temperatura en mi cuerpo. Centelleos de ti y de tus dedos rozando mi piel por la mañana, de mi espalda descubierta que te susurraba, de mis rodillas temblorosas por la madrugada.


Oquedad en mí mientras camino bajo el sol buscando tus ciudades de la noche roja; ciudades de la noche roja inefables; como tu sonrisa, inefable; como tu voz , inefable.


Como mi esperanza absurda pero a la vez; inefable.

1 comentario:

Juan Caloca dijo...

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